15 de diciembre de 2008

GREENPEACE

GREENPEACE

Greenpeace es la organización ecologista mayor del mundo y probablemente la que más ha popularizado los temas medioambientales globales mediante sus acciones no violentas orientadas a los medios de comunicación Fundada en Vancouver en 1971, en torno a la protesta antinuclear frente a la costa de Alaska, estableció después su sede en Amsterdam, convirtiéndose en una organización transnacional interconectada que, en 1994, contaba con 6 millones de miembros a lo largo de todo el mundo y unos ingresos anuales de más de 100 millones de dólares. Su perfil tan característico como movimiento ecologista se deriva de tres componentes principales. En primer lugar, un sentimiento de urgencia en cuanto a la desaparición inminente de la vida en el planeta, inspirado por una leyenda india norteamericana: "Cuando la tierra esté enferma y los animales hayan desaparecido, llegará una tribu de pueblos de todos los credos, colores y culturas que crean en los hechos, no en las palabras, y que devolverán a la Tierra su antigua belleza. La tribu se llamará los "Guerreros del Arco iris"" . En segundo lugar, una actitud de inspiración cuáquera de atestiguar, como principio de acción y como estrategia de comunicación. En tercer lugar, una actitud pragmática y comercial, en buena medida influida por el dirigente histórico y presidente de la junta directiva de Greenpeace, David McTaggart, de "hacer las cosas". No hay tiempo para discusiones filosóficas: los temas clave deben identificarse utilizando el conocimiento y las técnicas de investigación en todo el planeta; han de organizarse campañas sobre objetivos específicos; seguirán acciones espectaculares destinadas a atraer la atención de los medios de comunicación, con lo que un tema determinado se expondrá a la mirada pública y se obligará a las empresas, gobiernos e instituciones internacionales a tomar una determinación o afrontar más publicidad perjudicial. Greenpeace es a la vez una organización muy centralizada y una red global descentralizada. Está controlada por un consejo de representantes de los países, un pequeño comité ejecutivo y unos fideicomisarios regionales para Norteamérica, América Latina, Europa y el Pacífico. Sus recursos se organizan en campañas, cada una de ellas dividida por temas. A mediados de los años noventa, las principales campañas eran: sustancias tóxicas, energía y atmósfera, temas nucleares y ecología marina/terrestre. Sus sedes, situadas en 30 países del mundo, sirven para coordinar las campañas globales y recaudar fondos y apoyo nacional/local, pero la mayor parte de la acción aspira a obtener una repercusión global, ya que los principales problemas medioambientales son globales. Greenpeace considera su adversario a un modelo de desarrollo caracterizado por la falta de preocupación acerca de sus consecuencias sobre la vida del planeta. Por consiguiente, se moviliza para aplicar el principio de la sostenibilidad medioambiental como principio general, al que todas las demás políticas y actividades deben subordinarse. Debido a la importancia de su misión, los "guerreros del arco iris" no están inclinados a participar en debates con los otros grupos ecologistas y no se recrean en la contracultura, pese a las variaciones personales en las actitudes de sus numerosos miembros. Son internacionalistas resueltos y consideran al estado-nación el principal obstáculo para lograr el control sobre el desarrollo actual, desenfrenado y destructivo. Están en guerra contra un modelo de desarrollo ecosuicida y pretenden obtener resultados inmediatos de cada frente de acción, desde la conversión del sector frigorífico alemán a una tecnología de "congelación verde", ayudando así a proteger la capa de ozono, hasta influir en la restricción de la pesca de ballenas y la creación de un refugio para ellas en la Antártida. Los "guerreros del arco iris" se encuentran en la encrucijada de la ciencia para la vida, la tecnología de la comunicación de redes globales y la solidaridad intergeneracional.

A primera vista, la "política verde" no parece ser un tipo de movimiento por sí mismo, sino más bien una estrategia específica, a saber, entrar en el ámbito de la política electoral en nombre del ecologismo. No obstante, un examen más atento del ejemplo más importante de la política verde, Die Grünen, muestra claramente que, en su origen, no era la política habitual "15". El Partido Verde alemán, constituido el 13 de enero de 1980 a partir de una coalición de movimientos populares, no es un movimiento ecologista estrictamente hablando, aun cuando puede que haya sido más efectivo para el avance de la causa medioambiental que ningún otro movimiento europeo en su país. La principal fuerza subyacente en su formación fueron las "iniciativas ciudadanas" de finales de los años setenta, organizadas sobre todo en torno a las movilizaciones pacifistas y antinucleares. Reunió, excepcionalmente, a los veteranos de los movimientos de los años sesenta con las feministas, que se descubrieron como tales al reflexionar precisamente sobre el sexismo de los hombres revolucionarios de la década de los sesenta, y con la juventud y las clases medias cultas preocupadas por la paz, la energía nuclear, el entorno (la muerte de los bosques, Waldsterben), el estado del mundo, la libertad individual y la democracia de base.

La creación y el rápido éxito de Los Verdes (entraron en el parlamento nacional en 1983) tuvieron su origen en circunstancias muy excepcionales. En primer lugar, no había expresiones políticas reales para la protesta social en Alemania más allá de los tres partidos principales que se habían alternado en el poder y que incluso formaron una coalición en los años sesenta: en 1976, más del 99% de los votos fueron a los tres partidos (democristianos, socialdemócratas y liberales). Por lo tanto, existía un voto desafecto potencial, sobre todo entre la juventud, que esperaba la posibilidad de expresarse. Los escándalos sobre la financiación política (el caso Flick) habían puesto en entredicho la reputación de todos los partidos políticos y sugerido que se sostenían con las aportaciones de la industria. Además, lo que los politólogos denominan la "estructura de oportunidades políticas" apoyaba la estrategia de formar un partido y mantener la unidad entre sus constituyentes: entre otros elementos, el movimiento podía obtener cuantiosos fondos gubernamentales si llegaba, con arreglo a la ley electoral alemana, al 5% de los votos, porcentaje necesario para entrar en el parlamento. Esto contribuyó a unir a Los Verdes, antes fraccionados. La mayor parte de los votantes verdes eran jóvenes, estudiantes, profesores o miembros de otras categorías alejadas de la producción, ya fueran desempleados (pero subsidiados por el gobierno) o trabajadores gubernamentales. Su agenda incluía ecología, paz, defensa de las libertades, protección de las minorías y los inmigrantes, feminismo y democracia participativa. Dos tercios de los dirigentes del Partido Verde eran participantes activos en varios movimientos sociales en los años ochenta. En efecto, Die Grünen se presentaba, en palabras de Petra Kelly, como un "partido antipartido" que pretendía "una política basada en una nueva concepción del poder, un "contrapoder" que es natural y común a todos, que ha de ser compartido por todos y utilizado por todos para todos" . En consecuencia, los representantes elegidos para los cargos rotaban y tomaban la mayoría de las decisiones en asamblea, siguiendo la tradición anarquista que inspiró a Los Verdes más de lo que admitirían. La prueba de fuego de la política pragmática deshizo estos experimentos unos cuantos años después, sobre todo tras el fracaso electoral de 1990, motivado fundamentalmente por su total incomprensión de la importancia de la unificación alemana, en una actitud coherente con su oposición al nacionalismo. El conflicto latente entre los "Realos" (dirigentes pragmáticos que trataban de potenciar la agenda verde mediante las instituciones) y los "Fundis" (leales a los principios básicos de la democracia de base y el ecologismo) estalló abiertamente en 1991, dejando el control del partido a una alianza de centristas y pragmáticos. Reorientado y reorganizado, el Partido Verde alemán recobró su fortaleza en la década de los noventa, volvió al parlamento y obtuvo posiciones fuertes en los gobiernos locales y regionales, sobre todo en Berlín, Frankfurt, Bremen y Hamburgo, algunas veces gobernando en alianza con los socialdemócratas. No obstante, no era el mismo partido: se había convertido en un partido político. Además, este partido ya no poseía el monopolio de la agenda medioambiental puesto que los socialdemócratas, e incluso los liberales, se abrieron mucho más a las nuevas ideas planteadas por los movimientos sociales. Y lo que es más, la Alemania de la década de los noventa era un país muy diferente. No había peligro de guerra, sino de declive económico. El desempleo generalizado entre los jóvenes y la reducción del estado de bienestar se convirtieron en temas más acuciantes para los votantes verdes "canosos" que la revolución cultural. El asesinato de Petra Kelly en 1992, probablemente a manos de su compañero, que luego se suicidó, tocó una fibra sensible, sugiriendo los límites de la huida de la sociedad en la vida cotidiana, mientras se dejan intactas estructuras fundamentales económicas, políticas y psicológicas. Sin embargo, mediante la política verde, el Partido Verde se consolidó como la izquierda coherente de la Alemania de fin de siglo y la generación rebelde de los años setenta siguió conservando la mayoría de sus valores mientras envejecía y los transmitió a sus hijos a través de su modo de vida. Así pues, del experimento de la política verde surgió una Alemania muy diferente, tanto desde el punto de vista cultural como desde el político. Pero la imposibilidad de integrar partido y movimiento sin conducir al totalitarismo (leninismo) o al reformismo a expensas del movimiento (socialdemocracia) recibió otra confirmación histórica como ley de hierro del cambio social.

La conservación de la naturaleza, la búsqueda de la calidad medioambiental y un planteamiento ecológico de la vida son ideas decimonónicas que, en su expresión más definida, permanecieron durante largo tiempo confinadas a las élites ilustradas de los países dominantes Con frecuencia fueron el dominio exclusivo de una alta burguesía abrumada por la industrialización, como en el caso de los orígenes de la Audubon Society en los Estados Unidos. Otras veces, un componente comunal y utópico fue la cuna de los primeros ecologistas políticos, como en el caso de Kropotkin, que enlazó para siempre el anarquismo y la ecología, en una tradición bien representada en nuestro tiempo por Murray Bookchin. Pero en todos los casos, y durante más de un siglo, se mantuvo como una tendencia intelectual restringida, que aspiraba fundamentalmente a influir en la conciencia de las personas influyentes que podían fomentar la legislación conservacionista o donar sus bienes a la buena causa de la naturaleza. Aun cuando se forjaron alianzas sociales (por ejemplo, entre Robert Marshall y Catherine Bauer en los Estados Unidos durante los años treinta), sus resultados políticos se presentaron de un modo en que las preocupaciones económicas y de bienestar social eran lo primordial Aunque hubo pioneros influyentes y valerosos, como Alice Hamilton y Rachel Carson en los Estados Unidos, hasta finales de los años sesenta no surgió un movimiento de masas, tanto en las bases como en la opinión pública, en los Estados Unidos, Alemania y Europa Occidental, que luego se difundió rápidamente al resto del mundo. ¿Por qué fue así? ¿Por qué las ideas ecologistas prendieron de repente en las secas praderas del sin sentido planetario? Propongo la hipótesis de que existe una correspondencia directa entre los temas planteados por el movimiento ecologista y las dimensiones fundamentales de la nueva estructura social, la sociedad red, que surgió a partir de los años setenta: la ciencia y la tecnología como medios y objetivos básicos de la economía y la sociedad; la transformación del espacio y del tiempo; y la dominación de la identidad cultural por los flujos globales y abstractos de riqueza, poder e información, que construyen la virtualidad real mediante las redes de medios de comunicación. Sin duda, en el universo caótico del ecologismo podemos encontrar todos estos temas en en general y ninguno de ellos en particular. Sin embargo, sostengo que hay implícito un discurso ecológico coherente que transciende diversas orientaciones políticas y orígenes sociales dentro del movimiento y que proporciona el marco desde el cual se destacan temas diferentes en momentos distintos y para fines diversos. Naturalmente, existen conflictos pronunciados y fuertes desacuerdos entre los componentes del movimiento ecologista. No obstante, estos desacuerdos suelen ser más sobre tácticas, prioridades y lenguaje que sobre la ofensiva básica de vincular la defensa de entornos específicos a nuevos valores humanos. A riesgo de simplificar demasiado, sintetizaré las principales líneas del discurso presente en el movimiento ecologista en cuatro temas principales.

Enviado por: Alan Karim Sanchez Mendez

No hay comentarios: