29 de noviembre de 2008

MOVIMIENTO OBRERO EN AMÉRICA LATINA

SITUACIÓN DEL MOVIMIENTO OBRERO EN AMÉRICA LATINA

Autor: Daniel Pereyra

Desde que el neoliberalismo impuso sus políticas a escala mundial el movimiento obrero mundial comenzó a retroceder, a perder conquistas y a bajar su nivel de vida.

El debilitamiento estructural y organizativo del movimiento obrero aparece con el aumento de la explotación, con la reducción de personal fijo de las empresas, con el aumento de la subcontratación, con la deslocalización de empresas, en suma, con la precarización del trabajo y con la disminución del número de trabajadores fijos, y por lo tanto con el temor a la pérdida del puesto de trabajo. La brutal ofensiva contra los trabajadores implicó un descenso del salario real, la pérdida de numerosas conquistas del pasado, como el pago de horas extras, la jornada de 8 horas, el incumplimiento de las normas de seguridad con el incremento de la siniestralidad, etc. En cuanto al rol de las grandes centrales y sindicatos, aceptaron de hecho esas pérdidas, plegándose a las demandas de los gobiernos y patronales respectivas, en aras de la competitividad, que no es más que una mayor explotación de los trabajadores; hicieron estas concesiones a cambio de mantener sus privilegios burocráticos y de la relativa estabilidad de un sector menguante de la clase trabajadora.

El efecto neoliberal sobre el movimiento obrero en América Latina

Esos efectos globales se han aplicado en Latinoamérica con métodos mucho más contundentes que en los países capitalistas más avanzados. El primer paso, impulsado por Estados Unidos, fue barrer todo atisbo de gobiernos nacionalistas, populistas o de izquierda, mediante la instauración de brutales dictaduras que anularon las libertades democráticas, las conquistas sociales y las estructuras sindicales. Desde los años 60 surgieron dictaduras militares o gobiernos civiles autoritarios que, con el pretexto de la lucha contra el "comunismo internacional", fueron imponiendo sus condiciones políticas y económicas a los trabajadores y a los pueblos en general: Aumento de la deuda externa y total dependencia del mercado mundial, privatización de las empresas estatales, en particular de los servicios públicos, despido masivo de trabajadores de esas empresas generando un porcentaje altísimo de parados, aumento de la explotación en todas las categorías de los asalariados. En el plano político esta ofensiva neoliberal sobre el movimiento obrero se expresó en regímenes brutales que prohibieron o debilitaron los sindicatos, hicieron desaparecer y asesinaron a la vanguardia sindical más combativa, causando además el despido de los activistas y delegados de base, o el abandono del puesto de trabajo por temor a la represión y con ello, la práctica liquidación por años de la organización al interior de las empresas. Ese debilitamiento sindical condujo a un descenso generalizado de los salarios reales, y las direcciones sindicales burocráticas llegaron a firmar convenios con salarios por debajo del nivel de pobreza. Tampoco se opusieron a los despidos masivos que derivaron en un aumento creciente del paro. En líneas generales, las luchas que se desarrollaron en ese período, de por sí muy reducidas, fueron de carácter defensivo y aisladas, por el pago de salarios atrasados o contra despidos de personal. Se produjeron cambios profundos en la estructura de la clase obrera. Ante todo por el aumento del número de parados provocados por las privatizaciones y la apertura del mercado interno a las mercancías extranjeras; la falta de mecanismos sindicales y sociales de solidaridad entre trabajadores ocupados y desocupados es la primera de las fracturas de la clase.

Surgimiento de los nuevos movimientos, combinación de luchas políticas y sociales

Desde 1994 se inició en AL un período de ascenso de las luchas sociales, con múltiples protagonistas, con variados objetivos, con avances y retrocesos parciales, diferente en los tiempos y en las localizaciones locales o nacionales, pero que en general es de avance de los oprimidos y explotados. Se entretejen todas las luchas sociales desatadas por las múltiples formas de opresión capitalista: explotación, patriarcado, discriminación, sexismo, racismo y ecocidio, todo lo cual provoca el florecimiento de múltiples sujetos dispuestos a resistir y vencer. El viejo proletariado industrial ya no detenta el papel estelar del pasado. Es cierto, pero ahora no está solo. Ninguno de estos sujetos puede reclamar a priori un papel hegemónico o de vanguardia en la imprescindible gran coalición contra el capital. No obstante ese retroceso del movimiento obrero, amplios sectores de masas iniciaron un período de ascenso que continúa y se ha concretado en victorias importantes, tanto en el terreno político como en el social. De manera creciente los sectores marginales se autoorganizan de las formas más variadas para sobrevivir a la miseria, ante la ausencia de organizaciones sindicales o institucionales que aporten soluciones.

El derrocamiento de gobiernos neoliberales como el de Jalil Mahuad en Ecuador en 2000, el de De la Rúa en Argentina en 2001 o el de Sánchez de Losada en Bolivia en 2003; la victoria electoral de candidatos opuestos a la línea más derechista, como la de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Néstor Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay, Daniel Ortega en Nicaragua, Lula en Brasil o Rafael Correa en Ecuador, más allá del significado preciso de cada uno, marcó un curso de oposición a los planes del imperialismo y del neoliberalismo, haciendo muy difícil la puesta en marcha del ALCA. Hoy, la vanguardia de ese proceso está situada claramente en Venezuela y Bolivia, sin olvidar la presencia de Cuba y a la espera de las acciones de Ortega y Correa. En otro plano, la emergencia de luchas políticas de masas, como la oposición al ALCA y a la existencia de bases militares de Estados Unidos como la de Manta en Ecuador, contra el pago de la deuda externa, por el castigo a los culpables de genocidio, contra la privatización de servicios públicos, contra el Plan Colombia, en defensa de la naturaleza, por la tierra y por los derechos de los pueblos originarios, marcan el período.
Este resurgimiento se produjo coincidiendo con el final o el debilitamiento de los regímenes dictatoriales y con los efectos iniciales del neoliberalismo, entre los años 80 y 90 del siglo pasado, cuando comenzaron a surgir movimientos organizados de distintos sectores de la sociedad, para luchar por reivindicaciones propias de los mismos.

El principal sector movilizado fue el campesinado en demanda de tierra, aunque también de forma más específica su componente indígena, exigiendo el respeto de su cultura, lengua y costumbres, así como el fin de la exclusión que sufren desde el tiempo de la Colonia. Veamos algunos de los mayores movimientos campesinos o indígenas latinoamericanos:

El MST (Movimiento de Trabajadores Sin Tierra) de Brasil surgió en los años 80, teniendo como principal reclamación la obtención de la tierra y empleando el método de la ocupación de latifundios, dando lugar a grandes movilizaciones, marchas y acampadas, que involucran a centenares de miles de campesinos.

En 1994 emergió en México el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) luego de una larga preparación, basado en las comunidades indígenas de Chiapas, a través de una insurrección armada de corta duración, seguida de un período de lucha civil que continúa en la actualidad, uniendo reclamos campesinos con el de autodeterminación, exigiendo sus derechos al autogobierno, lenguas y cultura. Los últimos años han constituido las Juntas de Buen Gobierno, ejerciendo de forma autónoma la administración de las comunidades al margen del Estado.

En Ecuador se formaron desde hace años diversas organizaciones indígenas, coordinadas por la CONAIE (Coordinadora Nacional de Indígenas de Ecuador) que además de luchar por sus reivindicaciones específicas participó en múltiples movilizaciones populares de carácter político, jugando un papel fundamental en la caída del presidente Mahuad en 2000, sufriendo posteriormente una fuerte crisis por su participación en el gobierno del coronel Lucio Gutiérrez, que también fue derrocado por una movilización masiva en 2005. Han apoyado la candidatura del triunfante candidato Correa a la presidencia en 2006. En 1996, por un acuerdo electoral entre la CONAIE y otros movimientos sociales, surgió Pachakutik, como expresión política electoral de esos movimientos, que también se vio afectada por su participación en el gobierno de Gutiérrez, aunque antes de la caída de éste, Pachakutik se retiró de los cargos que ocupaba.

En Bolivia la privatización de la minería, cuna de uno de los movimientos obreros más combativos del continente, provocó el despido de miles de trabajadores que, para enfrentar la miseria emigraron a la región tropical del Chapare. La mayoría de ellos se dedicaron al cultivo de la coca, uno de los pocos productos que hacían rentable el trabajo. Su tradición de organización los llevó a crear sindicatos de campesinos cocaleros, que debieron luchar contra la represión desatada por el Estado en connivencia con Estados Unidos, que deseaban erradicar sus cultivos. Esos sindicatos se unieron en las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, siendo Evo Morales presidente del Comité de Coordinación desde 1998 y soportaron, no sin respuesta, duros ataques de las fuerzas policiales y militares; su consigna fundamental es la legalización del cultivo de la coca. Desde esta organización se creó el MAS, fuerza política que llevó a Evo a la presidencia de Bolivia.

En Venezuela la Coordinadora Agraria Nacional Ezequiel Zamora que agrupa 22 movimientos campesinos regionales impulsa la lucha por la tierra, en el marco de la reforma agraria del gobierno de Chávez, enfrentando una fuerte oposición de los terratenientes y sus sicarios, que han asesinado 79 campesinos en los últimos años.

Con características urbanas, son también numerosos los movimientos sociales que han surgido en América Latina. Los Movimientos de Trabajadores Desocupados de Argentina surgieron como consecuencia del despido de millones de trabajadores causados por la crisis que asoló el país desde los años 90. Abandonados por los gobiernos de turno, sin asistencia oficial ninguna, mientras ciudades y pueblos prósperos se hundían en la miseria, los trabajadores sin trabajo, los desocupados, se abocaron a organizarse colectivamente. Estas luchas se extendieron durante varios años, lograron arrancar a los gobiernos ayudas como subsidios y vales de alimentos, y consiguieron hacer visible a un sector de millones de personas que eran totalmente ignorados; también realizaron emprendimientos productivos como forma de crear puestos de trabajo. No obstante, merced a un crecimiento de la oferta de trabajo y de la cooptación de algunos dirigentes por el gobierno de Kirchner, este gran movimiento perdió fuerza, aunque subsisten algunos sectores combativos. También jugó un papel en su desgaste el accionar sectario de organizaciones de izquierda que centraron su actividad en tomar las direcciones de los movimientos de desocupados, en lugar de trabajar para fortalecerlos.

Una de las más grandes movilizaciones populares, fundamentalmente espontánea, es la ocurrida en Caracas en defensa del gobierno de Chávez, ante el golpe derechista en abril de 2002; desde las barriadas pobres bajaron al centro de la ciudad centenares de miles de personas que lograron la libertad de Chávez y su retorno a la presidencia. Esta movilización es continuación de otras que el pueblo caraqueño ha protagonizado a lo largo de las últimas décadas, habiendo sufrido innumerables represiones. Bajo el gobierno de Chávez han surgido una multiplicidad de formas organizativas populares, como los miles de comités de tierra urbana o de mesas técnicas de agua, que se ocupan de los problemas cotidianos de los pobladores.

En México, además de las movilizaciones de apoyo a los zapatistas en el marco de la Sexta Campaña que recorre el país, ha surgido un vasto movimiento ciudadano de carácter democrático y contra el fraude electoral, defendiendo el derecho de Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD, a acceder a la presidencia del país. Coincidiendo en el tiempo con esa movilización se produjo la lucha del pueblo de Oaxaca junto a los maestros en huelga, constituyéndose la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) en base a organismos autónomos, barriales y asamblearios, que mantuvo una lucha de varios meses exigiendo la renuncia del gobernador Ulises Ruiz Ortiz por su política represiva y antidemocrática.

La APPO actuó durante semanas como una auténtica dirección centralizada, organizando la vida y la vigilancia de la ciudad, funcionando a través de Asambleas populares que tomaban las decisiones necesarias, y manteniendo una red de barricadas y piquetes de vigilancia.
Finalmente reprimida por tropas federales, Oaxaca sembró un ejemplo de lucha y organización popular autónoma y democrática, implantando formas embrionarias de poder popular, con medios de comunicación propios.

Comienzos de recuperación del movimiento obrero.

A partir de los años 90, comienza a producirse una lenta recuperación del movimiento obrero, aunque con diferencias notables por países, coincidiendo con la irrupción de los movimientos sociales rurales y urbanos que hemos citado.

Dos factores principales alientan esa recuperación: el logro por parte del capital de sus objetivos más importantes, como la baja general de los salarios, lo que tras una gran depresión provocó una reactivación económica y una consiguiente oferta de trabajo, y la influencia de las luchas libradas por distintos movimientos, algunas de ellas con éxito, en las cuales intervinieron sectores de trabajadores.

No obstante, los avances del movimiento obrero son lentos, ya que parten de una base muy débil. Un bajo índice de afiliación sindical, una mayoría de sindicatos de empresa sin unidad a nivel nacional, peso predominante de burocracias sindicales corruptas, debilidad y división de los sectores clasistas, centrales sindicales débiles y con varias en cada país. Estos factores sumados a la fragmentación de la clase y al elevado número de parados, hacen sin duda difícil remontar los efectos de la derrota sufrida. La recuperación se da inicialmente en los trabajadores estatales en lucha contra la privatización y los salarios deprimidos por el Estado-patrón, y en los ocupados en sectores estratégicos, como transportes o telecomunicaciones. Una rápida revista de la situación de algunos países demuestra la base desde la que se parte y las dificultades del proceso de recuperación.

En cuanto al peso de la burocracia, todavía sigue siendo dominante en la mayoría de los países, destacándose la vigencia de los "charros" en México y de los "gordos" en la CGT argentina, y hasta hace apenas 3 años en la CVT venezolana. Sindicatos débiles y burocracias fuertes se traduce en movimiento obrero poco combativo, y en trabajadores que muchas veces se expresan a través de formas de lucha no sindicales, como los movimientos sociales o políticos, contra determinados gobiernos o situaciones que implican a amplios sectores de la población: corrupción, agua, gas, empleo, etc.

Perspectivas del movimiento sindical clasista en la lucha anticapitalista

En el marco del ascenso de las luchas populares en América Latina, la existencia de un movimiento sindical independiente de patronos y estados, combativo y solidario puede desempeñar un rol decisivo en la lucha contra el capital y el imperialismo. Para ello se cuenta con la rica experiencia acumulada a lo largo de años de luchas, y con el surgimiento de los poderosos movimientos sociales existentes.

-Partiendo desde una posición de debilidad, sectores del movimiento obrero organizado han librado en los últimos años numerosas luchas contra la privatización de los servicios públicos y por aumento de salarios devaluados. El núcleo más destacado en estas luchas han sido maestros y otros empleados públicos, pero ya se extienden a sectores más amplios del movimiento obrero. Evitar los movimientos aislados, solidarizarse con las luchas existentes, generalizar las huelgas al nivel de gremio o federación, son pasos importantes para lograr las reivindicaciones buscadas.

-Defender los puestos de trabajo, evitar los despidos, combatir la subcontratación, ocupar y hacer funcionar las empresas cerradas exigiendo su expropiación, son medidas que fortalecen la unidad de la clase, evitando la competencia entre trabajadores.

-Es preciso superar la fragmentación de los trabajadores, buscando la más amplia unidad de acción, que debe marchar de la mano con la máxima solidaridad entre sectores oprimidos y explotados: mujeres, niños, indígenas, campesinos, inmigrantes, obreros industriales, empleados, técnicos, desocupados, trabajadores informales, trabajadores estatales y privados.

-El movimiento sindical controlado por la patronal o el Estado, al perder su independencia, deja de ser útil a los intereses de los trabajadores. Revertir esa situación, rescatando la autonomía perdida de los sindicatos, les hará ganar en fuerza de clase.

-En casi todos los países se está produciendo una lucha contra la burocracia sindical y en muchos de ellos, como hemos visto más arriba, se han conformado corrientes clasistas que llevan adelante esa confrontación

-En la medida que no existan centrales sindicales combativas, las corrientes clasistas deben influir en su seno, constituirse en centro coordinador de las luchas y organizar la solidaridad. De este modo mostrarán con el ejemplo la importancia de la lucha clasista e impulsarán la movilización antipatronal y antiburocrática de amplios sectores de los trabajadores.

-La poderosa irrupción de los movimientos sociales en la lucha contra el neoliberalismo y sus consecuencias, ha llegado para quedarse en el terreno de las luchas populares. Estos y el movimiento sindical debieran buscar la confluencia en la lucha, ya que tienen importantes objetivos comunes. El combate contra la opresión y la explotación solo podrá triunfar con la más amplia unidad de oprimidos y explotados. Los trabajadores deben asumir como propias las luchas de esos movimientos y contribuir a su victoria: temas como el rechazo a las privatizaciones o al ALCA, la defensa de la naturaleza, los derechos de la mujer y el niño, de los pueblos originarios y los campesinos, la vigencia de las libertades democráticas y contra las secuelas de las dictaduras, tienen que ser parte de las reivindicaciones del movimiento obrero. Esto no significa olvidar las reivindicaciones propias del sindicalismo, como la defensa del salario real y del puesto de trabajo o la lucha contra la siniestralidad laboral, sino por el contrario soldar el frente de todos los luchadores contra el capital y el neoliberalismo.

Enviado por: Viridiana Gutiérrez Cañete

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estamos en el 2008 y aun continuamos con el problema de la distinción de clases, pero ¿cómo es usada esta situación? Racista, discriminatorio, en fín. Yo creo que debemos retomar ese tema y estudiarlo como un problema dentro y fuera de los movimientos sociales, ya que no podemos negar que en todos existe...